En tierras de tinticos del libro Buscando tesoros
«Y pa’ la seguridad de uno y en esas de la protección en el camino, por si acaso de tantas cosas, como la víbora o de los malos espíritus, dijéramos pues: se llevaba una estampita de la Virgen del Carmen, bien guardadita en un compartimiento del carriel. Con esto se aseguraba uno de quedar bien protegido en todo momento. Junto a la virgencita, no estaba de más que se fuera acompañada con una estampita de San Judas Tadeo. Es tan querido y socorrido en los caminos, viera qué buena ayuda para los inviernos y pa’ cuando se ponía difícil el paso».
«Usted no se imagina lo que es andar por los caminos fangosos, con esas bajadas resbalosas, esos resbalones por las laderas tan empinadas de la cordillera, ¡Ave María! Y en ocasiones, algún otro santito invitado, ese de la devoción de cada quién, porque ese asunto de los santos, es como el de los naipes, en que uno va escogiendo a cuál le gusta apostarle, más le vale que sobre a qué le falte, para aquello de lo que se ofrezca ¿cierto mijo, pues?»