Comida para el camino


En tierras de tinticos del libro Buscando tesoros

 

Calles de La Candelaria, Bogotá, Colombia
La Esperanza
Calles de La Candelaria, Bogotá, Colombia

     «Los bueyes se usaban para jornadas cortas y las mulas para las más largas; esas son muy aguantadoras y son fuertes también, pero sobretodo son mucho más rápidas. La fonda paisa, en aquél entonces, era una belleza, mijo. Vea, era en la posada donde se dormía en el camino, ahí donde se servían las bandejas bien cargadas de comida y claro, se comía bueno. La bandeja del arriero en el camino se hacía con lo que había y aquello que había, variaba de lugar a lugar. En veces, llevaba yucas bien cocidas o fritas, o si había papas, pues eso se le ponía y listo, ¡hágale que no siempre hay! En ocasiones le echaban guineos o coles de algún huerto en el camino. La carne, no crea que siempre había de cerdo, ni los chorizos o la morcilla. Si había de donde, se cambiaba por la carne de la vaca en solomito o en polvo. Vea, las bandejas eran tan variadas mijo, como el camino andao, pues. Un paisa, si es echado pa’ delante, no se iba a quedar en el camino por ¡falta de comida! Pero en general, una bandeja era grande y llenadora, bien apretujada con un poco de todo de lo que había y de eso que había, casi siempre incluía los fríjoles, el arroz y el maíz pa’ la arepa y la mazamorra».

     «En el desayuno no faltaba el chocolatico de bola, ese que se prepara con una mezcla de cacao y con la harina del maíz bien tostadita. Para el almuerzo el recalentao de los fríjoles, papas o yucas, un huevo frito y tal vez una porción de una carne».

      Después de una pausa y un silencio que compartieron ambos disfrutando del día, siguió narrando Jon Jairo:

     «Pero además, en las fondas, los arrieros podían vender de lo que traían y abastecerse de lo que necesitaban, pa’el camino».


 

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