En tierras de tinticos del libro Buscando tesoros
Fuimos un total de ciento treinta y un familias antioqueñas, procedentes de Villamaría, ni una más, ni una menos. Todos nosotros seguimos al fundador del pueblo, un tal Pedro Pineda. Vea, cómo con tan poquitica gente, mucho trabajo y echarse pa ’delante, se fundó todo esto, lo que ahora ve a su alrededor». Jean Marie se quedó muy pensativo: ¡Cien años desde el último cambio de nombre a Marsella! Algo simplemente no le cuadraba (así había aprendido a decir en Medellín…).
«El tal Pedro Pineda, primero llegó con su hijo y se establecieron en un sitio llamado La Pereza, ¿qué le parece el nombrecito? pues. La Pereza pertenecía a la vereda llamada De Valencia y a ellos les permitieron acomodarse ahí, pues toda esa tierra estaba desocupada y no era más que pura maleza. Esto sucedió por allá en 1800, a fines de los sesenta. Ya se podrá imaginar.
A Pedro le gustó el lugar y regresó a Villamaría con la buena nueva: tierras para asentarse en el sur, buenas tierras fértiles y listas para trabajar. La voz corrió rápido, al cabo el pueblo era pequeño. Ya sabe cómo corren los chismes en los pueblos: algunos se interesaron y muchos no, así es esto mijo, no a todos les gustan las arepas tostaditas y medio quemadas y cuando hay que sembrar el maíz, a ninguno se le haya.
Pineda se fue para Santa Rosa de Cabal a comprar semillas para la siembra y lo necesario para montar una finca. Al poco tiempo se fueron él, la esposa, sus seis hijos y Valeria, la única hija entre tantos varones. Se requiere un cierto espíritu muy tenaz para dejar atrás lo conocido y lanzarse a lo bueno por conocer, ¿no le parece?».