En tierras de tinticos del libro Buscando tesoros
Pachuca, Hidalgo, México
Y como no éramos muchos, no acabamos en la punta de la loma, como si fuéramos un puesto de vigilancia. Con el paso del tiempo, ese pueblo donde llegamos creció, como todo lo que se encuentra bajo el sol. Igual que Caldas, también ha pasado por diferentes nombres. La imaginación para ponerle nombres a las cosas y a los niños mijo, esa sí que es lo más de fértil del hombre y hasta le apuesto unos tragos de ron a que así es».
«Un día, mi muy querido señor de otros tiempos y seguramente de otras muy diferentes maneras de vivir… por estos rumbos pasó mi general Mosquera con sus tropas. Aquellos fueron los tiempos de la guerra civil de una Colombia que apenas estaba naciendo. Se podría decir que tuvo una niñez muy ruda nuestro país, eamaría. El general preguntó cómo se llamaba el pueblo y cuando le contestaron Villarica dijo: Se parece a Segovia, allá en el Tolima donde tuvo uno de mis mejores batallas.
Vaya Usted a saber, pero cuando mi general se volvió mi Presidente, tuvieron a bien renombrar el pueblo como Villarica de Segovia, ya ve como es la gente… Al rato se les olvidó lo de Villarica y decidieron llamar al pueblo Segovia, a secas y sin más. Luego, cuando se puso de moda la cuestión de los franceses, se cambió a Marsella. Justamente de esto último hace ya cien años. Para mi gusto, el más bonito de todos estos nombres fue el de Villarica de Segovia, pero para gustos están los naipes y los juegos de apuestas y para muchas señoras los zapaticos.