En tierras de tinticos del libro Buscando tesoros
Centro Histórico, Tlaxcala, México
Ahora bien, de un extremo de la bandeja hasta el otro, corría una montaña de arroz blanco con fríjoles rojos diseminados a doquier. Por Dios, esta es La Cordillera Central y sus Nevados, pensó Jean Marie. Las márgenes de la bandeja y siguiendo el filo del contorno de sus bordes, estaban delimitados y decorados por sendas y más bien enormes tajadas de plátano maduro, cuidadosamente fritas en aceite y mantequilla, con sus típicos colores intensos en amarillo canario. Al centro de la bandeja, un par de huevos fritos, cuyas yemas amarillas contrastaban con el blanco del arroz y combinaban perfectamente con las tajadas de los maduros.
Remontándose al lado derecho de la enorme bandeja, se hallaba una generosa porción de chicharrón de puerco, éste se advertía aún brillante de la grasita que soltó al prepararse. Del lado opuesto, se advertían unas deliciosas porciones de morcilla, delicadamente guisadas con ajos. Al frente de la bandeja y en la región inferior, se acomodaban cuatro señores chorizos de muy buen calado, sus sabores aderezados con juguito de limón. Finalmente, la parte superior de la gran charola, se presentaba decorada con unas arepas de maíz blanco, cubiertas de queso del mismo color y cuidadosamente derretido, además de un par de patacones de plátanos verdes macerados. A un lado del chicharrón y de la morcilla, yacían unas soberbias y abundantes porciones de aguacate, en sus vivos colores verdes con amarillos, contrastando con las tajadas de tomate a su lado. Se podría pensar que, como si fuera motivo de la cuidadosa decoración, a los extremos se encontraba la bandeja bañada en hogao, ¡una salsa ligeramente picante, la cual le impartiría a la bandeja, un ligero toque de sabor!