En tierras de tinticos del libro Buscando tesoros
No obstante, al final de cuentas, el hecho que lo había dejado atónito no fue de ninguna manera fue la atención recibida por las tres mujeres, sino más bien, esa gigantesca y colosal bandeja atiborrada de comida, la cual, había aparecido de una manera mágica en su mesa, y precisamente en su puesto. En efecto, se trataba de su mesa, y ante ese hecho no cabía la menor duda, esto se encontraba ampliamente evidenciado por su bolsito, el cual, se advertía junto con sus materiales de dibujo y su cuadernillo, el fiel compañero de viaje ¡a un costado del descomunal platón!
La mesa era cuadrada. Medía poco más de un metro por lado, venturosamente adornada con un mantel de cuadros rojos y blancos. En el lugar de Jean Marie, yacía solemne un plato blanco, de forma más bien ovalada, asemejando una charola o bien, una también podría parecer una fuente de un tamaño tal, que bien podría considerarse mediano tendiendo a grande.
Éste ocupaba, tal vez, unas dos terceras partes del largo de la mesa. A lo ancho, la bandeja posiblemente se extendería a una tercera parte de la mesa. La comida mostraba una diversidad de colores: una amalgama de amarillos vivos, verdes, blancos y rojos, Constituía una singularidad en su colorido, cuya combinación producía una presentación verdaderamente atractiva y única. De nuevo y con gran pena, escuchó su estómago vociferar ante las sonrisas de las tres mujeres.