La nieta de fin de semana del libro Buscando tesoros
Parque Central de Filandia, Quindio, Colombia
Definitivamente, el don de Carito era una cuestión sorprendente. Antes de cumplir los ocho años, sostenía una comunicación plena con los caballos de la finca. No se quedó en ese punto, en cuanto a su interacción con ellos, ya que aprendió cómo manejarse dentro de sus esquemas sociales tan complejos, integrándose como parte de la manada.
Los caminos del destino son complejos y difícilmente advertimos la dirección que guardan. Así fue para las hermanitas Marroqui, quienes nunca se imaginaron la trascendencia del arribo de un nuevo miembro a la vereda donde vivían. Se trataba de un señor de setenta años, al que llamaban Magnífico.
Magnífico a los diez años se quedó huérfano. Cambió de familia al encontrarse con un circo viajero y la posibilidad de trabajar en él. Integrándose a la familia cirquera, a los pocos años, se manifestó como prodigioso en el arte de los malabarismos, entre otras dotes interesantes. Gradualmente extendió sus habilidades a la cuerda floja, para eventualmente volverse estrella de los trapecios en las alturas. Tras una larga vida en el espectáculo, y a consecuencia de una caída de la que nunca se recuperó en su totalidad, un buen día… regresó a Colombia con las intenciones de morir en su vejez, bajo ese sol tan añorado de su tierra. Por casualidad, o por azares del destino, llegó a la vereda donde vivían las hermanas Marroqui y se convirtió en su vecino.