La nieta de fin de semana del libro Buscando tesoros
Gabriel interrumpió «Y entonces, lo agarra de la mano y se lo lleva a puros jalones, carnal. Ahí vamos, todos en fila india y de curiosos, corriendo detrás de ellos. Nos traía súper intrigados y queríamos ver qué se traía en el coco, la buena de la Chabelita. Ahora sí que nos sacó de onda, porque a ella nunca la ves acelerada, más bien, se la pasa de lo más relajada la chamacona».
Oswaldo continuó riendo. «Nos lleva como a los niños de primaria, solo faltaba que nos ordenara por estaturas y nos acarreara agarraditos de la mano, carnal. Y ahí vamos, todos en bola hacia la parte de atrás, al corralón grande donde teníamos a los caballos».
«En eso, veo al Azlán, él es el mero cabecilla de todos nuestros caballos. Al Azlán, lo reconocen como su jefe y se le cuadran. Y así nomás, como la ves, bien trepada sobre el Azlán, sin silla, ni manta, ni siquiera una maldita rienda, totalmente a pelo, carnal, está una chava que en su casa la conocen, y de eso quién sabe, porque de nosotros, ¡nadie! mi Oscarín».
Jerónimo no aguantó para opinar; «Lo más raro de todo, fue ver al Azlán, feliz de la vida con la cabeza en alto, bien paradita. Y te juro, por el osito Bimbo, hasta se reía el desgraciado cuaco sonso. Para que te des una idea, Oscar. Ese caballo, solo Oswaldo lo podía montar y párale de contar, porque nadie más se avienta a tratar de subírsele. A cualquier otra persona, me la tumba en menos de lo que canta un gallo. Bueno, para no hacerla más larga de lo que es, nos les quedamos viendo y no creyendo. Y te lo juro, por mi jefecita, en paz descanse, si esos dos no venían platicando: la chava hablándole y él muy a gusto, escuchándola; de veras y no te digo mentiras, loco…».