Capítulo IX De la niña del palo de mango
Durante estas cuatro ocasiones, por el espacio de una hora (incluyendo a cada uno de sus sesenta minutos), la ciudad se cubría con la bulla más estrepitosa y estridente que ¡jamás he experimentado! Desde cada uno de los rincones de León, se escucharía el estallido de la pólvora y las explosiones de los cohetes.
Por toda la ciudad se podrían observar los fuegos artificiales; los petardos y la pirotecnia se originaban desde los techos de todas las iglesias y a partir de las azoteas de cada uno de los edificios. También, por supuesto, alcanzarían a colaborar desde todas las calles (gracias a la colaboración de la impactante concentración de peatones). Y, por último, a partir de cada una de las casas de la ciudad. Se trataba de una hora ensordecedora, sin igual. La gente corría a las calles para gozar del ruido, en tanto la pólvora se concentraba en grandes nubarrones color azul-grisáceo y se mezclaba al fondo con las luces multicolores de los fuegos artificiales.
English version Capítulos de En tierra de volcanes Comprar el libro