La nieta de fin de semana del libro Buscando tesoros
San Miguel de Allende, Guanajuato, México
Convivió con las comunidades rurales y disfrutó de la belleza de sus campiñas y más aún, de la calidez de su gente sencilla. Aprendiendo siempre, fue pagando con su trabajo el caminar por el país. Se maravilló enormemente de la región Amazónica donde le costó trabajar creer que fuera posible esa diversidad de fauna y sobre todo de la flora.
Al hablar de esa zona selvática, siempre se refería a a ella como aquellos jardines encantados, bañados en su inigualable luz verde, donde se pudiera pensar que en un ensueño, se originó mágicamente la vida.
Conoció a un paisano de la Amazonia Colombiana. Tal vez un encuentro casual, pero sin duda transcendente para él. Se trataba de un chamán de origen mestizo, llamado Melquíades Arango Baltazar, individuo de incalculable edad y vasta experiencia en la vida.
Encontró en él, a una persona profundamente humana y generosa; siempre dispuesta a compartir sus vastos conocimientos en el asunto de las planticas medicinales.
Más importante, durante las largas conversaciones nocturnas, las que se condujeron bajo la suave luz de la luna amazónica, sostuvieron una serie de relevantes charlas informales. Estas largas conversaciones durante aquellas noches igualmente largas, no dejaban de contener notas profundamente substanciales… Las cátedras de Melquíades contenían un carácter más bien filosófico, siempre revestidas de un cierto misticismo eminentemente práctico. Las horas pasaban como si nada durante estas charlas al calor de los aguardientes, la bebida preferida del anciano chama. Ahí en esas tertulias: aprendió del viejo curandero, una infinidad de novedosas formas de concebir el mundo y su propio papel dentro del mágico esquema del universo.