La nieta de fin de semana del libro Buscando tesoros
Centro Histórico, Ciudad de México, México
Pasó algunos años oficialmente a cargo de la finca, a pesar de los muchos años en que extraoficialmente, ya lo venía desempeñando. Desde niño, trabajaba como ayudante del veterinario Andrés Valencia, reconocido por todos en la región. Por las tardes asistía a la tienda-consultorio veterinario y colaboraba con las actividades del negocio. Bromeando, Oscar decía ser el asistonto del Doctor Valencia. Lo cierto es que aprendió mucho más con el buen veterinario que en los cinco años de cursos en la misma Universidad.
Igualmente, al responsabilizarse a lo largo de tantos años de la finca, una cuestión muy fácil, pues, a su papá no le interesaba en lo absoluto y a su hermano menor menos; su educación se amplió de una manera impresionante. Igual entendía los cuidados de las cosechas de café, de los cultivos de yuca y del frijol, así como, de temas tan disímiles como las precauciones en el parto de una yegua o de una vaca y la nutrición correcta de las gallinas ponedoras. En pocas palabras, Oscar desde niño, se volvió una persona de campo y muy entendedor del asunto.
Un buen día, decidió empacar sus cosas en una maletica. Había llegado el momento de llevar a cabo un sueño, el cual había albergado en su corazón por muchos años. Cuando terminó de empacar sus cosas, se percató de la ambivalente pobreza y riqueza de su existencia. Todas sus pertenencias materiales, se podían perfectamente acomodar adentro de una pequeña mochila negra, lista para ser colgada de sus espaldas y con un peso un total de ocho kilogramos, más unos cuantos gramos adicionales. Reflexionó filosóficamente sobre su condición material por unos momentos: me basta y hasta sobra, pensó sonriente. Su valor en la vida constatado, siguió adelante con su plan.