La nieta de fin de semana del libro Buscando tesoros
Centro Histórico, Ciudad de México, México
Así fue como en la finca de Barichara, Dora encontró en sus abuelos a dos personas absolutamente frías y convencionalmente adultas, sin la menor idea de lo que representaba el ser abuelos, ni el más mínimo interés de internarse en el frágil mundo roto de su nieta, quien, sin voz ni voto en asunto, los visitaba obligada por las circunstancias durante los fines de semana.
Pero a cambio, su tío Oscar y su esposa Carito eran los santos con grandes pedestales en el altar de su devoción. El tío Oscar, hermano mayor de su papá, felizmente gozaba de un carácter totalmente opuesto al de sus padres. Amable y alegre por naturaleza, él compartía con Dora su fascinante inclinación a buscar y realizar, todas las aventuras y travesuras posibles en su mundo infantil. Consecuentemente, la sobrina se mantenía con ellos cuando se encontraba en la finca. Con ellos el tiempo no transcurría, con sus tíos el tiempo se vivía.
El tío Oscar era una figura importante para Dora. En algunas ocasiones, Juanita y Lina Marcela compartían los fines de semana en San Gil o en Barichara. A la finca de los Arango, ellas llegaban directamente invitadas por la tía Carito, quién disfrutaba jugar con ellas. La tía, les enseñó a montar a caballo, a subir a los árboles más altos de la finca y columpiarse en sus ramas, entre tantas otras cosas indispensables en la educación de unas jovencitas. Cuando regresaron sus tíos de un viaje a la Patagonia, Dora encontró la razón de su vida… emular el ejemplo de su tío.
Su tío Oscar a los veintitrés años de edad terminó sus estudios en la Universidad. Graduado como veterinario, su título reconocía formalmente su amor a la naturaleza, a los animales, a las plantas, a todo lo que crecía y al ambiente en donde todo ello vivía.