La nieta de fin de semana del libro Buscando tesoros
Guatapé, Antioquia, Colombia
«En fin, hágame el favor de alistar sus cositas, mire que ando con afán, pues ya están por llegar. Yo ya te hice el favor de llamar al terminal con la niña Alicia y ella te va a colaborar con tu tiquete de la buseta».
Al escuchar a Katalina, Dora sintió un gran alivio, si por ella fuera, hubiera dado saltos de felicidad. ¡A casa de su abuela Inés! No obstante, y con una prudencia exquisita, evitó mostrar sus sentimientos y se limitó a contestar:
«Claro que sí, Señora. Vea, mis cosas se encuentran listas. Con su permiso, me retiro a San Gil y le deseo lo mejor en su tertulia».
«Pasa primero a la cocina, dile a la niña que te prepare un alguito para el camino».
«Gracias Señora, no me provoca en este momento, paré en el camino a almorzar y me siento de más de satisfecha».
Así fue como llegó esa tarde, al Terminalito de San Gil, a encontrarse con los brazos abiertos y el cariño inagotable de Inés. Quien se encontraba esperándola impacientemente. Esa fue una tarde espectacular. Las lluvias se habían desviado hacia las montañas con rumbo a Barichara y el sol resplandeciente se encontraba en su lugar. El cielo se manifestaba salpicado de una infinidad de hermosos tonos en azul. El firmamento variaba desde unas tonalidades muy claras al norte, hasta transformarse en unos azules profusamente oscuros hacia el sur.
Inés y Dora salieron caminando de El Terminalito. Ellas caminaban bajo la sombra acogedora del parasol de colores y comenzaron a dirigirse hacia la casa. Antes de seguir por la calle de la plaza de mercado, la abuela repentinamente se desvió del camino habitual. Se dirigió al puente hacia su derecha y procedieron a caminar por él, tal y como si fueran a cruzarle para llegar al otro lado del río.