Disfrutaba correr sin zapatos por los caminos, sintiendo la tierra desmoronarse bajo sus pies
«Esperemos a que se adelanten todos y lleguen hasta la casa, para que puedan observar claramente cómo le vuelvo a ganar, ¿qué le parece?», le comentó Danilo a Magnífico; quién a su vez, se encontraba entregado a la tarea de quitarse los zapaticos.
Después, con toda calma, Magnífico se acercó para aventarlos sobre la zorra, misma que comenzaba a alejarse lentamente. De reojo, alcanzó a interceptar la sonrisa radiante de la pequeña Camila.
Los jinetes y las zorras siguieron su camino. Mientras tanto, los chicos se sentaron a la orilla del camino para esperar un tiempo prudente, dándoles la oportunidad de llegar hasta el portón de entrada a la casa. Conversaban como si nada más pasara en el mundo, con ese entusiasmo contagioso perteneciente al mundo de los niños.
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