Capítulo XIV. De los funerales del abuelo Jairo

      Al caer la noche, emprendimos la larga caminata a través de los campos. Cambiábamos de ruta erráticamente para evitar las patrullas enemigas. Tres noches después, logramos llegar hasta uno de los campamentos base en Morazán, enclavado entre las montañas orientales del país.

     Durante los primeros meses me asignaron a los patrullajes de reconocimiento y vigilancia de la zona. Hacíamos recorridos en la región aledaña a nuestros campamentos base, cambiando de campamento continuamente y asegurándonos de que las tropas enemigas no se enquistaran en el área. Nuestras tropas se encontraban formadas principalmente por salvadoreños pertenecientes a las recién formadas unidades de guerrillas conocidas como las FMLN. Adicionalmente se encontraban una buena cantidad de nosotros, nicaragüenses del Ejército Sandinista. Igualmente había un número considerable de asesores militares. La mayoría de ellos eran cubanos, pero también había algunos argentinos y unos cuantos chilenos.

     Por razones de seguridad, cambiábamos continuamente las ubicaciones de nuestros campamentos. Era responsabilidad de nuestras patrullas asegurar que éstos estuvieran a salvo. Fue el primer trabajo de mi vida e hice todo lo posible para sacarlo adelante y hacerlo bien. En varias ocasiones tuvimos nuestros encuentros y a pesar de que logramos vencer al enemigo, sufrimos bajas muy fuertes.

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