Bienvenidos al El Salvador


Capítulo XIV. De los funerales del abuelo Jairo

Amanecer en Patagonia San Antonio del Este, Río Negro, Argentina
Amanecer en Patagonia
San Antonio del Este, Río Negro, Argentina

     Cuando terminamos de desembarcar y asegurar nuestras posiciones en esa costa solitaria, ya habían dado las cuatro de la madrugada. Aún faltaba una hora y media más de espera para el amanecer. La lluvia incesante caía a chorros sin aminorar por nada. Nos amontonamos bajo el escaso resguardo de las palmeras.

     Ahí nos refugiamos, formando un lastimoso grupo de pobres diablos, tan solo una escuálida tropa de reclutas novatos e inexpertos. En silencio y muertos del cansancio, aguardamos la salida del sol. Mientras, temblábamos de frío, con nuestros equipos y uniformes completamente empapados y al asecho de un aire miserable que por donde quiera se colaba.

     Habíamos viajado demasiadas horas, hacinados y apretujados dentro de las pangas sobrecargadas de los pescadores nicaragüenses. El viaje me pareció eterno, al avanzar tan lenta y miserablemente en esas aguas convulsionadas por los fuertes vientos y las lluvias torrenciales.

     De algún lado, dentro de esa mojada oscuridad que nos rodeaba, se escuchó una voz a bajo volumen, pero perfectamente audible que decía: Bienvenidos a El Salvador, el Paraíso Celestial del Surfing en la Tierra. Disfruten de las playas más espectaculares y hermosas, bajo los rayos de un suave y cálido sol tropical.


 

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