Arribo a la costa salvadoreña


Capítulo XIV. De los funerales del abuelo Jairo

Sábado en el parque Centro histórico, Puebla, México
Sábado en el parque
Centro histórico, Puebla, México

     Llegué a tierras salvadoreñas, por mar y al cobijo de una noche cabalmente oscura. La marea se encontraba en su punto más alto y las olas alcanzaban a cubrir la totalidad de la playa. Por lo mismo, no tenía sentido tratar de cubrir nuestras huellas, al tener que desembarcar en más de medio metro de aguas violentamente agitadas por las fuertes rompientes.

     Una patrulla vigilaba impacientemente la costa en espera de nuestro arribo. Al detectar nuestra llegada, sus soldados rápidamente corrieron a sujetar las embarcaciones. Sus voces quedas en la noche, nos atosigaron, murmurando órdenes, impulsando y arriándonos como si fuéramos ganado. Por nuestra parte, respondimos con nuestro mayor esfuerzo. Desembarcando torpemente, cargados con esas pesadas mochilas sobre la espalda, luchamos contra las corrientes encontradas de las olas. Avanzamos pesadamente entre las aguas turbulentas, vadeando y tropezando hasta que exhaustos, logramos alcanzar la parte alta de la playa y por fuera del alcance de las turbulentas aguas de entre mareas.


 

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