Capítulo XIII. De los habanos y de cómo explotan
Mucho se ha especulado sobre este hecho y yo he escuchado cada barrabasada al respecto. Lo cierto es que cuando le comentaba, el abuelo solo se reía y cambiaba el tema. Según algunos, amarró el timón durante la picada y así utilizó las dos manos, desamarrando y recuperando el control de la avioneta a escasos segundos de convertirse en la sexta explosión), gritándoles hasta de que se iban a morir. Lo que no está sujeto a discusión, es el arte que desplegaba para esquivar el contrafuego desde tierra, casi siempre, saliendo ileso de sus bombardeos, aunque si en ciertas ocasiones llegaba tarde al almuerzo con la abuela Manuela.
En cuanto al tema de los insultos, quedó por demás establecido su inaudito dominio de la jerga y la dialéctica folklórica, aunado a una imponente como tan increíble capacidad de injuriar, ofender y ultrajar al enemigo, llegando hasta lo más íntimo, sin jamás ofender con una sola palabra altisonante o mucho menos, que se pudiese considerar vulgar.
En el terreno de las leyendas urbanas, es un hecho que el abuelo conquistó su lugar prominente entre las grandes y con su nombre escrito en letras mayúsculas. Igualmente es un hecho que inventó la primera diadema manos libres. Lo que en realidad es desconocido, pero si significativo, es que esto fue totalmente por equivocación y al azar.
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