Habanos multiusos voladores


Capítulo XIII. De los habanos y de cómo explotan

Vista hacia el volcán Lago Atitlán, San Pedro la Laguna, Guatemala
Vista hacia el volcán
Lago Atitlán, San Pedro la Laguna, Guatemala

     La abuela, tranquilamente retomó el hilo de la conversación en ese momento:

     —Vos sabés cómo se comportan los hombres en ciertos momentos, tal y como si fueran niños obstinados e insufribles, querida Francisca. Llegados a ese punto, aparenté ponerme del lado del señor Obispo y darle toda la razón. En ese papel, regañé a Jairo por su falta de delicadeza con el señor Obispo…

     —¡Jairo! ¿Cómo es posible que seas tan desconsiderado con Su Excelencia, el Señor Obispo? ¡Qué barbaridad, increíble! Pena… sí pena debería de embargarte en lo más hondo de tu aborrecible ser. Yo, siento pena ajena por tu enorme vanidad y egoísmo. Sos un ególatra, no pensás más que en tu propia persona. Su Excelencia tiene problemas más graves que estas bobadas que vos le peleas. Mientras tú, estás terco con tus niñerías, el señor Obispo tiene preocupaciones verdaderamente importantes. Por ejemplo, la remodelación del altar principal de la Catedral de Managua, con todo el dinero que eso significa. ¡Esas, sí son preocupaciones y penas! ¡Un peso más en sus fuertes hombros! Con problemas de esa magnitud y vos, cargándole si el agua o el ron. ¡Debieras de estar rojo de la pena! Tristemente, me avergonzás, Jairo…

     —Al principio pensé que se había cambiado de bando y me había dejado solo en las trincheras vos. Pero, poco a poco, mi mente empezó a elucidar y me iluminé con la comprensión de su maquiavélico plan…


 

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