Plagas en dos patas


Capítulo XIII. De los habanos y de cómo explotan

El Volcán Lago Atitlán, Sololá, Guatemala
El Volcán
Lago Atitlán, Sololá, Guatemala

     La fuerza aérea estadounidense, apoyaba a la armada contra revolucionaria. Volaban sus jets desde sus bases militares en tierras hondureñas y al norte de Costa Rica y Panamá, donde disponían de un abanico de modelos y de tecnologías para operaciones de bombardeo, transportes de personal o equipos de reconocimiento, todos ellos rápidamente accesibles de acuerdo a la ocasión y las necesidades.

     Por otra parte, el abuelo volaba en su vieja, pero fiel avioneta, con la cual anteriormente fumigaba los algodonales de las fincas de la familia y de otros algodoneros de la región. Con ella, despegaba y aterrizaba en pistas aéreas clandestinas que se cambiaban de lugar diariamente para no ser detectadas, tramos de tierra rápidamente improvisados. En emergencias, donde su ingenio le daba a entender, sobrevolando y sobre todo bombardeando con su cargamento de dinamita, las posiciones de los Contras, principalmente entre León y la frontera hondureña.

     Fumando siempre su habano, lo llevaba entre sus dientes, los cuales apretaba fuertemente para sujetarlo. Localizado el objetivo, descendía en franca picada desde la mayor altura que lograba alcanzar en su pequeña avioneta. Justo antes de jalar el timón para volver a subir (o estrellarse en su defecto), prendía la mecha de pólvora del amarre de dinamita con el habano y entonces, lo lanzaba con toda su fuerza (cuentan los metiches y los sabelotodos que alguna vez estableció un récord, arrojando cinco atados simultáneamente. Mucho se ha especulado sobre este hecho y yo he escuchado cada barrabasada al respecto. Lo cierto es que cuando le comentaba, el abuelo solo se reía y cambiaba el tema.


 

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