Capítulo XIII. De los habanos y de cómo explotan
—Al principio pensé que se había cambiado de bando y me había dejado solo en las trincheras vos. Pero, poco a poco, mi mente empezó a elucidar y me iluminé con la comprensión de su maquiavélico plan… En ese momento, dije:
—Pero Manuelita, por Dios. Si eso ya lo habíamos discutido y acordado entre nosotros. Acordate que decidimos colaborar con la remodelación del altar, tal y como El señor manda y se merece, pagando todos los gastos que se requieran… Ah y ese obispito que no pierde una oportunidad, cambió como si por arte de magia vos. Y si no mal recuerdo, nos salió con algo al estilo de: Manuelita, pero ¿cómo puedo negarte algo que me pedís? Hagamos lo siguiente: voy a bendecir el ron y este asunto queda satisfactoriamente arreglado, ¿te parece Manuelita?
—¿Viste bicha, viste? Y que no me digan que no andaba tras los amores de mi amada.
—Y ¿qué le contestó el angelito de tu abue? Pero solo bendiga un trago para el bautizo, no dañe lo demás de la botella, que ese ron es para nosotros. Después de la ceremonia, lo degustaremos muy contentos con un almuercito, Su Excelencia. ¿Qué tal, este descarado?
—Y ¡te bautizo con el nombre de Reina Guerrera! —concluyó el abuelo dramáticamente.
—Yo aproveché para pedirle que si me bendecía mi rosario, el de las cuentas negras que tanto quiero —afirmó con afecto la abuela.
English version Capítulos En tierra de volcanes Comprar el libro