En el campamento de los pescadores


Capítulo XII. De la costa atlántica y de sus piratas caribeños

Tejados e iglesias Centro histórico de Taxco, Guerrero, México
Tejados e iglesias
Centro histórico de Taxco, Guerrero, México

     —Ayer, entre mis hermanos y yo, terminamos de remendar la última de las tres redes pesqueras de gran calado. Con ese pisto, logré arreglar el motor fuera de borda. Así que ahora, ya estamos listos para volver a salir a pescar en la lancha, de nuevo, a partir del próximo lunes.

     Cuando volábamos de regreso a León, el abuelo me explicó que Epifenia mantenía y cuidaba a sus dos hermanos menores. Apenas tenía ella ocho años, cuando se murieron sus padres en un accidente en un automóvil sobre la carretera. Desde entonces, ella se encuentra encargada de la pequeña familia.

     Tal y como sucede de manera tan natural entre los jóvenes, inmediatamente nos hicimos buenas amigas, a pesar de que ella era bastantes años mayor que yo. Pasaron muchos años antes de volvernos a encontrar juntas, precisamente en la ciudad de León. Para entonces, ambas éramos mujeres hechas y derechas. No obstante, ese día conversamos, reímos y logramos encender una chispa duradera de amistad entre las dos.

      Anclamos en una de las hermosas playas cercanas, se trataba de un campo de pescadores, asentado en una amplia playa de arenas blancas. Por donde quiera, se encontraban diseminadas las grandes palmeras de cocos. En total, el campamento contenía quince casas para quince familias respectivamente. Descendimos de la lancha y saludamos a todos. El abuelo saludó a cada uno por su nombre, bromeando y poniéndose al corriente de los sucesos con cada uno de los presentes. Mientras, Epi y yo nos dispusimos a colaborar con los preparativos del almuerzo.


 

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