Una carga de turistas mareados


Capítulo V   De tristes poetas enamorados

El pescador Playa de Poneloya, Leon, Nicaragua
El pescador
Playa de Poneloya, Leon, Nicaragua

     ——¡Esas son puras mentiras! —comenzaba diciendo—. ¡Son las calumnias inventadas por los méndigos pescadores! ¿Y con qué fin?, preguntarás vos. ¡Pues pa ‘cobrarles más pisto a los turistas y con eso, comprar más trago de regreso, después de depositar su carga de turistas mareados! Jamás escribió ese poema para esa tal Margarita. Tan fácil de entender, simplemente porque esa Margarita, no era más que una patoja, una niña que todavía ni los diez años había llegado a cumplir, ¿me entendés vos o nos regresamos?

Los boca colorada Playas de Poneloya, León, Nicaragua
Los boca colorada
Playas de Poneloya, León, Nicaragua

     —Cuando yo era niño, les compraba el pescado a esa bola de pescadores embusteros, para llevárselo a mi Mama al restaurante. Ellos mismos (los descarados), me confiaron porqué ese poeta iba tanto a la casa de El Faro. Ese viejo se la pasaba metido en la casa, porque el muy sinvergüenza estaba enamorando a una Margarita, misma que lo traía pasmado de amor. Ella era hija de un pescador de Corinto llamado Rafael. Le decían Rafita, porque era muy bajito de estatura. Se trataba de una morena más que alta, de esas costeñas que solamente en Nicaragua se llegan a dar. Dios, en su Santa Misericordia, no escatimó ni un medio rial cuando la mandó hacer. ¡Y qué decir de ese codo, cómo lo empinaba con el guaro ese viejo!

     No sé a ciencia cierta, si disfrutaba más al escuchar al abuelo narrar sus historias y después reír a carcajada suelta de sus propios chistes, a todo volumen y lleno de vida, o cuando intervenía mi abuela Manuela, regañándolo por decir tantas babosadas, sin dejar de sonreír misteriosamente.     


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