Y así, cargando un pequeño morral, le admiró la gran inmensidad de su mundo
Durante seis meses, Oscar ayudó en los trabajos de la finca de la familia de Miguel Enrique. Aprendió mucho acerca del cultivo del cacao. Durante esos meses ahorró sus ingresos y juntó una platica.
El mundo se apetecía tan grande y con tanto por recorrer. El padre de Miguel Enrique quedó muy agradecido por su participación. Lo recomendó con algunos de sus amigos ganaderos y agricultores, quienes mantenían fincas en otras partes de Ecuador.
Así, Oscar partió a seguir en la búsqueda de su lugar en el mundo. De esta manera, en una de esas maravillosas mañanas de sol del Ecuador, se dirigió hacia el altiplano de ese maravilloso país, siguiendo en su peregrinación hacia el sur.
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