Y al cerrar la puerta tras de sí, para su sorpresa… encontró un mundo a la espera de su llegada
Otra sonrisa iluminó su carita al percatarse de que efectivamente era el único ser despierto en la finca. Más relajado, caminó con paso callado hasta llegar a la puerta al exterior.
La abrió lentamente, procurando que no rechinara en ese silencio envolvente. Contuvo la respiración hasta que la puerta libró lo suficiente para que pudiese pasar.
Saliendo del calor de hogar, inmediatamente lo asaltaron los vientos, quienes, en su recorrido desde los volcanes, bajaban cargados del frío de los glaciales arrebatados de sus elevadas cimas. Mas el niño cargado a su vez de euforia y felicidad, no le molestaron, ni en lo más mínimo.
Cuidadosamente cerrándoles el paso, cerró la puerta y así, se alejó con paso pausado de la casa.