Y descubrió que al sentirse triste sus ojos se humedecían… y se maravilló de esto
Ahora, tantos años y tanta vida después, diariamente a esa hora tan tranquila, él rezaba por su padre y su madre, quienes perdió poco después de cumplidos los escasos diez años de edad.
En sus oraciones, él siempre les pedía que tuvieran paciencia y lo esperaran un poco más, pues cada nuevo día lo encontraba un día más viejo en su amanecer. A ese paso y de seguro, prontico llegaría su momento de partir para alcanzarlos allá donde ellos lo esperaban. Entonces, recordaría con cariño esas mañanas tan placenteras, tal vez un poco heladas en cuanto al clima de lo exterior, y a la vez, repletas de ese calor tan personal en su interior, el de la vida familiar y de su hermosa sencillez.
Mientras tanto, lentamente y de manera casi desapercibida, aparecían en los rinconcillos de sus vivos ojos, los primeros brotes de unas pequeñas lágrimas cargadas de melancolía.