Y entre más soñaba con mañana, más se olvidaba de hoy
Un niño ejemplar, como cualquiera del campo en todos lados, Magnífico le ayudaba a su padre con la ordeña, sacando los animales al potrero a que pastaran, y claro, en la fabricación de los quesos.
Se trataba de un trabajo muy intenso, pero Magnífico disfrutaba encontrarse al aire libre en los espacios abiertos de la finca, gozando del aire fresco y de las vistas de los alrededores.
Su paisaje favorito cuando llevaba las chivas a pastar, era indudablemente un claro ubicado a lo alto de donde alcanzaba en la distancia alcanzaba a ver al Nevado del Ruiz, un impresionante volcán perennemente cubierto de nieve que, según la leyenda, de vez en cuando estornudaba porque andaba un poco enfermo de catarro.
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