Capítulo IV De las cotorras de Chinandega
—Desde niño aprendí una cosa importante, que me serviría para el resto de mis días. Todos necesitamos tener un espacio en donde encontrarnos, con nosotros mismos. El recorrido al puerto a esa hora, era mi momento conmigo mismo, mi meditación y reflexión sobre mis andares. Cuando llegaba al puerto, los pescadores regresando con su pesca del día, las lanchas meciéndose con el vaivén de las olas, esas gaviotas locas alborotadas, gritando y volando por encima de nosotros. Entonces, cuando nos saludábamos vos, sonriendo y compartiendo el momento… suspiraba feliz de estar vivo, disfrutando cada instante de esas benditas madrugadas.
………………..
Capítulos de En tierra de volcanes
……………
…………………………………….