Feliz lanzaba las pequeñas piedras al remanso del río, para observar como se esparcían las ondulaciones por doquier.
Alrededor de ese estanque se encontraba reunida toda la pequeña familia, cada uno de ellos en su propio espacio independiente y solitario a sus orillas.
Por lo tanto, aquellas vibraciones viajaban no tan solo hasta llegar a la mente de Magnífico, sino igualmente se remontaban alcanzando a impactar en las orillas en donde se encontraban con su madre, quien no le faltaba imaginación en lo más absoluto.
Para ella el soñar a su hijo viviendo en la lejanía, tal como si fuera un nómada errante y arriesgando su vida para entretener a un público le llenaba de angustia. Al despertar de esas noches de pesadillas, pues para ella en eso consistían, bajaba desganada a comenzar el día y sus labores. Amorosa siempre, trataba de esconder sus temores, pero muy en el interior, tardaba en restablecer su habitual armonía.