Cuantos recuerdos inolvidables en esa casita entre las ramas del viejo pino
Esa conversación sucedió el día que construían una casita escondida entre las ramas más altas de un gigantesco pino. El inmenso árbol, se encontraba cerca del camino, a no más de unos doscientos metros, pero perfectamente escondido y disimulado entre otros pinos, igualmente de enorme talla.
“Pero como se le ocurre que yo voy a trabajar en el circo, Apito. Yo voy a colaborar con la finca ahora y cuando sea más grande, vamos a tener una lechería para vender leche, los quesos y el arequipe.
Pero le prometo una cosa, eso sí, qué si por algo llegara a ser un artista del circo, Ustedes siempre tendrán entradas gratis, al cabo si no me colabora el circo con sus entradas, me tendrá que pagar por mi actuación y con esa platica, yo las pago y con mucho gusto”.