Capítulo V   De tristes poetas enamorados

     En realidad, la casa era muy grande. Fijate china, tenía doce habitaciones. Las que daban al occidente, tenían sus ventanales desde donde se podía contemplar la playa. También tenían unas puertas al estilo francés. Abrían a las terrazas, donde se mantenían mesas y sillas de mimbre, para disfrutar la vista durante el día y las tardes. Todo el año, chinita, las puestas de sol eran demasiado hermosas y espectaculares. Por las noches, el cielo se iluminaba con los rayos de las tormentas eléctricas. Un despliegue de los relámpagos a la lejanía, tan comunes en esa costa. Esas eran las noches mágicas, cuando los adultos conversaban tranquilamente, tomando el trago, mientras nosotros los bichos, los escuchábamos atentos y bien calladitos.

—La Casa del Faro (la nombraron así por el viejo faro sobre un promontorio de la isla), se convirtió en el punto de reunión favorito de la familia. Ahora en día, podría parecer raro cómo cada uno de los cuatro hermanos de mi tata, se habían casado con las cuatro hermanas de mi mama. De hecho, mirá cómo mi papá y su hermano menor se casaron juntos. Esa fue una gran e inolvidable doble boda con mi nana y su hermana menor respectivamente. En aquellos tiempos eso era bastante común y no nos parecía raro.

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