Unos digestivos para el alma


Capítulo V   De tristes poetas enamorados

La playa del lago Ometepe, Rivas, Nicaragua
La playa del lago
Ometepe, Rivas, Nicaragua

Fue precisamente el abuelo, quién me habló acerca de porqué se mudaron a León. Esto sucedió una tarde, caminando por las playas de Poneloya, cuando disfrutábamos de la brisa y el calor del día venía bajando.
—Conforme el suegro de mi tata comenzó a envejecer (ese fue tu bisabuelo Ernesto García), chinita, parecía que su interés en cuidar la producción de los cultivos de algodón, cambió más hacia consumir, los productos de los cultivos de la caña de azúcar. Tu bisabuelo, al entrar en años, le dio por entrar en tragos y por empinar la botella. El ron lo guardaba en una cava, junto con sus vinos de colección. Esa impresionante cava, se encontraba en el sótano de la gran casona de la finca. Tu tata García, había reunido una cantidad imposible de terminarse, tanto de vinos muy finos, como de diferentes rones, traídos, todos ellos, de varias partes del mundo. Ahora chinita, no soy quien para decir algo en contra de un buen trago. Yo amo mis rones al parejo de cualquier conocedor de la materia. Es más, he descubierto que unos buenos tragos de ron son digestivos y muy buenos para la panza, en especial con la sazón, medio condimentada, de tu abue Manuelita. Ella, como buena hondureña, a veces se inspira con los picantes, como a vos misma te consta. Y unos buenos tragos, cuando uno está en buena compañía, son igualmente muy buenos para el alma, o para el espíritu, si vos querés decirlo así. Pero todo tiene su límite y no hay que abusar de lo bueno, porque entonces, lo volvemos malo distorsionándolo. Ese, lamentablemente, fue caso de tu tata Ernesto. Ese pobre viejo, terminó bebiéndose los días y las noches que le quedaban, por delante en la vida —comentó tristemente el abuelo al recordar esos días lejanos. En cualquier caso, así fue, precisamente, como mi abuelo llegó para quedarse a León. Ahí vivió y muy feliz, por el resto de sus días.


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