Un bendito nuevo día


Capítulo 3… Las cotorras de Chinandega


Campo de pesca Las Peñitas, León, Nicaragua
Campo de pesca
Las Peñitas, León, Nicaragua

En ocasiones, el abuelo me contaba que tuvo una infancia feliz en Chinandega donde estudió casi toda la primaria. Entre semana, además de asistir por las mañanas a la escuela, en las tardes ayudaba a su padre en las labores de la finca. Durante los fines de semana (cuando más clientela visitaba el restaurante y por supuesto más se vendía), él acompañada a su madre a Corinto y le ayudaba en las labores del restaurante. Los sábados y domingos se levantaba temprano, antes del amanecer, disfrutando del paseo en su bicicleta hasta llegar al puerto. Arribaba con la importante misión de comprarles el pescado y los mariscos frescos a los pescadores del puerto, para llevarlos al restaurante de su mamá.

—Cuando yo no era más que un niño, ya había recibido una gran enseñanza de la vida. Descubrí, mi querida bicha, que todos necesitamos de nuestro propio espacio personal. Nos hace falta ese tiempo y lugar para estar solos con nuestros pensamientos, en contacto con nuestros sentimientos y ultimadamente con nosotros mismos. Esa ida en mi bicicleta al puerto, tempranito por las mañanas, era mi espacio personal. Y yo lo tomaba como mi momento para la reflexión…

—Para cuando llegaba al muelle, ya había encontrado mi equilibrio y también mi paz interior. A esa hora los pescadores regresaban del mar en sus pangas y con su carga de la pesca del día. Ay, mi chinita, imagínate las olas suavemente meciendo a esos lanchones de lado a lado, las gaviotas hambrientas y volando como locas por encima, llenando el aire con sus gritos. Entonces nos alcanzábamos a ver a la distancia. Yo sentado tranquilamente en mi bici sobre el malecón esperándolos y ellos allá en sus lanchas de regreso a casa: cansados, asoleados y con una gran hambre, pero satisfechos después un día de trabajo bien logrado. Tan diferentes nuestras vidas y sin embargo, la vida nos reunía y nos incluía a todos los presentes. Si mi chinita: todos felices, dispuestos para platicar, para reír, pa’ echar un chile y todos nosotros, nos veías con una gran sonrisa amplia y calurosa para recibir el comienzo de un bendito nuevo día…


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