El arte de hacer un buen nudo requiere de la habilidad correspondiente para después desamarrarlo
El tal, pseudo profesor conocía las veintidós formas de hacer un nudo descritas por Honorato de Balzac en su tratado: El arte de colocarse una corbata. En su incansable pasión por elementos de los modales elegantes, había desarrollado sus propias nueve formas adicionales. Así, el susodicho ministro de los seres de otras esferas de la existencia se jactaba que aún en los largos meses de treinta y un días, jamás repetía el nudo de uno de sus ejemplares en el mismo mes.
Al igual que su obsesión con estos elementos del vestuario, el erudito en cuestiones espirituales mantenía una larga lista de nombres y pseudónimos con los que navegó por diferentes países de América y Europa. Siempre moviéndose en las altas esferas y sobre todo entre las señoras crédulas de este segmento de la sociedad.
Al tener que salir de un país por problemas con las autoridades, descartaba su nombre y cambiaba de nombre, corte y color de cabello y sorprendentemente hasta de personalidad. Sucede que, entre tantas de sus excentricidades, curiosamente mantenía una colección de acentos, los cuales, incluso superaban el número de corbatas cuidadosamente dobladas y guardadas en su viejo y gastado baúl alegremente decorado con emblemas de muchos países, cada uno representando una tierra a donde nunca podría regresar.
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