¡Quién se levanta por la mañana pensando que ese día su vida va a cambiar radicalmente tomando un nuevo giro completamente inesperado?
Así, de esta manera se dio que, en un fin de semana, justamente durante ese mes de los característicos fuertes ventarrones, la familia de Angélica disfrutara de tardes, tan alegres como divertidas, al volar sus cometas, en la inmensa plaza central, saturada de personas y de cometas en ese maravilloso pueblo boyacense.
A pesar de que constituyeron tardes incuestionablemente memorables, el paso de aquellas tardes no quedó impreso de forma indeleble en la memoria de su infancia.
Sin duda tuvieron su magia y en su momento fueron gozadas, más el acontecimiento que quedaría grabado firmemente en la tierna conciencia de Angélica, destacando para siempre ese fin de semana en lo particular, consistiría en un suceso de un carácter más pausado, podría pensarse en ello, como un evento de carácter más espiritual. Este importante acontecimiento fue sin más, un recital de música barroca, un evento singular en aquellos tiempos. Trece años después, Leon Scott inventaría el fonoautógrafo y se grabaría por primera vez la música, pero en aquellos tiempos a los que nos referimos, la única posibilidad de escuchar música era cuando se tocaba en vivo y éstas eran ocasiones por lo demás especiales.
Esta sesión de música fue puesta en escena dentro de la hermosa y más bien austera Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, ubicada justo en la Plaza Mayor de Villa de Leyva. El concierto lo presentó un cuarteto de cuerdas procedente de Italia, quienes venían viajando y al paso, presentando sus tertulias musicales en diferentes ciudades importantes de Colombia. En aquella ocasión, se detuvieron esa mañana en su recorrido hacia Tunja, para después seguir su camino a Bogotá, la gran capital, donde finalmente culminaría su gira en tierras colombianas.
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