Lo obvio y lo evidente en ocasiones pasa como imperceptible
Pilar se quedó en silencio observando con admiración la reacción y las ideas manifestadas de manera tan enérgica por Felipe. La convicción en su voz la llenó de emoción y sintió que en ese momento se encontraba más cercanos uno a otro, si es que acaso, esto fuera humanamente posible.
«La tesis que he promulgado entre mis colegas, estriba en que, desde el punto de vista penal, tenemos que considerar como un acto criminal y con las implicaciones y debidas consecuencias legales, el agredir, ridiculizar o minimizar a una persona, por sus creencias, sus convicciones o incluso las preferencias que adoptado en su vida».
«Y esto, sobre todo tendrá implicaciones más severas, cuando el agresor se encuentra en el papel de autoridad o superior físico o moral ante la víctima, como en el caso de uno de los padres ante un hijo o una hija».
«Lamentablemente he encontrado poco eco entre mis compañeros, pero una cosa te puedo afirmar. Esto lo seguiré promoviendo mientras tenga la fuerza de hacerlo, pues me encuentro enteramente convencido de la validez y de la necesidad de ello.»
Nutriéndose de la fuerza interna indomable que siempre la caracterizó, Pilar en su mirada expresó todo el reconocimiento de su esposo, volvió al tema con voz resuelta.
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