Y así fue cómo comprendió, la imposibilidad de volver hacia atrás con el fin de intentarlo de nuevo…
Sintiendo una tristeza desesperante que tanto la embargaba, cómo la envolvía, la madre de Camilita, finalmente se vio obligada a admitir para sí misma y en lo más profundo de su alma materna, lo poco de su tiempo que le dedicaba a convivir con aquella chiquilla de la que hablaban. Pensó en aquella niña callada, la que pasaba sus raticos libres sumergida entre las páginas de sus atesorados libros, viviendo tal vez, en algunos parajes lejanos y desconocidos…
Y qué cosas de la vida, siguió adelante en su reflexión, lo diferente que se dabas con las cosas con Magnífico, el mejor amigo de su hija, el mismo con quién ella, compartía tantos momentos y lo más de conversaciones que discurrían con toda tranquilidad. Finalmente… sin más remedio, reconoció: Magnífico seguramente la conocía mucho mejor. Él había logrado establecer una relación más profunda y significativa con Camila, más allá de lo que ellos como sus padres hubiesen jamás alcanzado a lograr.
Y al final de cuentas, ahora comprendió con toda claridad, que la situación era totalmente irónica, ¡pues! ¿Acaso no había sido con ellos mismos, sus padres, con quienes Camila había crecido y pasaba sus días y sus noches?
Por un momento que parecía eterno, descendió a ese purgatorio a donde arriban en algunas ocasiones, aquellos padres que lamentablemente se dan cuenta que sus hijos han crecido sin que lo advirtiesen in el cómo, ni el cuándo esto pudo suceder y que la marcha del tiempo, irremediablemente, no tiene vuelta hacia atrás para ofrecernos la posibilidad de una segunda oportunidad…
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