Disfrutaba de abrirles la mente de sus alumnos y mostrarles el mundo que se abría a la par
Así, comenzó el maestro a explicar su percepción acerca de las habilidades de Camila. Ese día en particular, había amanecido como un maravilloso domingo, suavemente bañado de sol. Alrededor del mediodía, se encontraron los dos adultos en el parque para hablar acerca de Camila. Doña Pilar, inicialmente llegó bastante preocupada, pues el profesor Rafita, había mostrado mucho interés en hablar con ella, sobre el tema de los estudios de la niña.
Después de la misa, mientras los niños jugaban alegremente en el parque y el padre de la niña se había acomodado en una de las fondas a tomar unas cervezas, y conversar con sus amigos; ellos dos encontraron un lugar para sentarse, bajo la sombra de uno de los frondosos árboles, escogiendo una de las bancas colocadas a un lado del quiosco.
Evidentemente, la señora se sintió por una parte reconfortada y se tranquilizó, así como tremendamente orgullosa al escuchar las palabras del maestro de su hijita. Sobra decir que el profesor era bien reconocido en la pequeña comunidad y se le guardaba mucho respeto entre todos. Es más, él había estudiado en Bogotá, la ciudad capital, y se había graduado con honores.
Dejando atrás un mundo de oportunidades de vida, insistió en regresar a Santa Isabel, su lugar de nacimiento, ya que el concebía que su papel en el mundo, consistía en compartir sus conocimientos con los niños de la región, ofreciéndoles la posibilidad de obtener una educación. Tal vez una educación un tanto básica, pero sin duda, una oportunidad de abrir sus horizontes.
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