Y la chiquilla pasaba alegremente las horas, mientras saltaba de palabra en palabra y de libro en libro…
Media hora después de finalmente salir de casa, se encontraba con Magnífico, quien puntualmente la esperaba en el claro del pino.
Juntos caminaban por una hora más, cambiando ocasionalmente de sendero y buscando cuál de las diferentes rutas les provocaba para esa mañana en particular. Magnífico avanzaba observando cada detalle del camino.
En ese silencio compartido, ella llevaba su andar muy lejos, sumida en sus propias reflexiones, sin perder el paso, ni mucho menos, su lugar en la lectura del libro de esa ocasión, el que siempre llevaba abierto y en la mano.
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