El calor ha llegado justamente a ese punto extremo: al momento en el cual este anti-clima se convierte en un absoluto, o más bien, se torna una cuestión que se podría llamar: lo verdaderamente insostenible e insoportable.
Ni siquiera por la mañana al abordar el avión en el aeropuerto de la ciudad de Cochabamba, me encontré con un calor semejante a éste. Y en Cochabamba, no nos quejamos de los fríos, ¡no señor! Sin embargo, y en pocas palabras, allá jamás hace un maldito e infernal calor como éste que, ahora mismo, se siente aquí en Sucre.
¡Vaya! Esto solamente lo entendemos los que hemos vivido en estas alejadas tierras, las que se encuentran tan al sur del continente. Normalmente, en un día típico y habitual, el calor se concentra en las ciudades como Cochabamba y Santa Cruz. Esas ciudades son de alturas relativamente bajas, sobre todo, comparadas con las regiones de los altiplanos elevados.
Sin embargo, jamás hubiera pensado que me esperaba este tremendo, sofocante e inhóspito calor justamente aquí en la ciudad de Sucre. Aparentemente, a la antigua capital boliviana, la también llamada Ciudad de la Eterna Primavera, no le avisaron a tiempo para que colaborara con su famoso y tradicional buen clima.
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