Problemas en su vida llovieron, algunos como aguaceros y otros fueron solo lloviznas, pero para todos llegaron con la solución bajo el brazo.
«Pero, ¿cómo así, Papito? Ahoritica mismo, su mercé me dejó bien varada en el barranco. Hágame el favor y hábleme más claro que no le entiendo, pues». Contestó confusa su esposa, mientras lo veía fijamente a los ojos y con la preocupación, aun claramente, marcada en su rostro.
«¿Ahoritica mismo, mi señora? Vea, le estoy hablando de que precisamente, ahoritica mismo, veo parada frente a mí es a la hermosa mujer de todos mis amores. La veo llena de angustia y de lo más de preocupada por el futuro de su hijo. Pero igual mija, si miro para atrás, también puedo ver a una niña en con el mundo en su mano y llena de planes para el futuro».
El Apito, esperó un momento para observar la reacción de su mujer. Al observar la comprensión dibujarse en sus finas facciones, prosiguió.
“Qué tan hermosa esa chinita de quien me enamoré hace tantos años. ¡Y su mercé, sabe de quién le hablo?».
«Claro que sí, Papi, siempre usté tan querido. Pero esto es diferente». Contestó pensativa y un poco más animada.
«¿Le parece?», le dijo interrumpiéndola rápidamente.
«Ay Papito, pero si esos tiempos fueron otros y ya pasaron a ser historia», contestó un poco más tranquila y con la mirada más animada, a un punto de una débil sonrisa.
«Y viera que las historias se repiten, mi amor, desde el principio de los tiempos».
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