Y desde muy pequeño encontró su mayor fuerza en el amor
«Buenos días, Vecinitos. Y ¿cómo les amaneció, pues?». (continuación…)
Volteó hacia Magnífico, quien tenía auxilio claramente escrito en su cara. Le dio una sonrisa rápida reconfortadora, la que se maneja entre amigos que tienen problemas paternos y contestó con un guiño que decía mucho.
«Que más Camila», saludó Magnífico «estábamos hablando de la casita del pino».
Camila caminó a la Amita y le dio un pico en la mejilla. Y «¿cómo le parece la idea, señora? ¿Cierto que es muy buena?» Comentó Camila dirigiéndose a la Amita.
«Bueno, pues sí, pero…». Comenzó a responder la Amita.
Rápidamente interrumpiendo, agregó;
«Yo sabía que su mercé les parecía lo más de buena., señora. Estará de acuerdo que atrás del huerto está muy solo. En estos tiempos tan peligrosos y con tantos hombres armados por las noches, si no llegaran a sorprender, ¿qué hacemos? pues. Como dicen es mejor no dar papaya».
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