Las conversaciones más sencillas y sin embargo, las más enmarañadas
Algunos días después, se dio una conversación de Magnífico con su Apito. Su Apito ordeñando a la impasible y siempre tranquila Lencha y Magnífico en la ordeña de la inquieta Camila. Ella igual que su tocaya se movía y quería andar los caminos y con poca paciencia para los quehaceres domésticos del día con día.
«Oiga Apito, hablé con Camila acerca del terrenito y de la casa».
«Como así, le contestó su Apito con una amplia sonrisa. ¿Estará pensando en que lo acompañe por las tardes?».
«Cierto que sí, pero pienso que me gustaría más que las tardes acompañao, ¿cómo le parece?».
«Pues a mí bien, ya sabe que me parece muy querida la chinita y cuando crezca más, ella va a ser una mujer lo más de linda. ¿Bueno y qué más?».
«Pues todo bien, Apito. En veces siento cómo que estamos hablando de cosas diferentes».
«Váyase acostumbrando mijo, igualito me pasa con su Amita. Pero ese es toque mágico que precisamente le pone el sabor al sancocho, pues».
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