Y a partir de ese cumpleaños, gradualmente se fueron dejando de escuchar, las alegres risas tan típicas de la niñez
Afuera de la puerta de entrada a la casa, su Amita dispuso una larga mesa. Se hallaba en la larga terraza que corría por todo el frente de la casa. Ahí en su sombra, el aire era fresco y muy agradable, en ese mismo pórtico, en donde guardaban la vieja máquina, rojiza de tanto óxido y del paso de los años.
En ella colocó los tamales estilo Tolima que ella preparaba con puros ingredientes obtenidos ahí mismo, en la misma finca. Por supuesto, había gran cantidad de dulces, preparados con la leche de las chivas.
Pero lo que provocó una nostálgica oleada de regocijo en su corazón fue la enorme torta de cumpleaños con sus nueve velitas de colores y el dibujo del pino en el centro.
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