Intentar lo desconocido, puede ser aún más satisfactorio que alcanzarlo
Se escuchaban los gritos de la muchedumbre, dispuesta en ambos lados del camino frente al portón. Observaban entusiasmados a los dos corredores acercarse a una velocidad impresionante. Muchos de los niños se encontraban encaramados sobre el cerco. Hasta Lencha y las otras vacas, poco antes pastando tranquilas bajo la sombra de uno de los árboles, se encontraban nerviosas ante tanta bulla e los gritos de los visitantes.
Jubiloso llegó Magnífico con la cara roja del esfuerzo, en un contundente primer lugar hasta el portón de la finca, seguido unos metros más atrás por Danilo, desesperadamente luchando con todas sus fuerzas hasta el final.
Danilo, una vez recuperando el aliento, se acercó a felicitar a su amigo: «si su mercé hubiera corrido así en el parque, el trompo estaría en su bolsito y en el mío», comentó entre carcajadas, exhausto pero contento de haber corrido como nunca antes.
Los dos chicos se dieron un abrazo de felicitación pues ambos habían entregado el alma en la desesperada carrera, ante el aplauso general de todos los concurrentes. En seguida, Magnífico volteó para encontrarse los ojos de Camilita, iluminados de felicidad y sin pensarlo la abrazó y la cargó dando de vueltas con ella en el centro del camino.
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