Los nobles y galantes actos de caballerosidad no se han perdido; se encuentran en la vida cotidiana de cada uno de los anónimos héroes desconocidos del mundo.
Fue al llegar a la recta, la que se encuentra antes de curva que sale hacia claro del pino, aquel sitio de los almuerzos los domingos, muy cerca de la finca, cuando inesperadamente Magnífico gritó a todo pulmón, su voz destacándose entre el feliz bullicio general:
«Danilo, será que pueda ganarme de aquí a la casa, o viene muy cansado, pues…».
De inmediato, este comentario provocó un silencio general entre todos los acompañantes, dentro del cual, se destacó la rápida y confiada respuesta de su mejor amigo:
«Si ya le gané hace ratico. Hoy es su cumpleaños y no quiero ganarle dos veces, o más bien que sumercé pierda de nuevo, ¿oyó?».
El silencio se interrumpió de inmediato. Ante los gritos y chiflidos de los niños, los intercambios entre los adultos y el murmullo general de todos, Magnífico brincó de la zorra sonriendo, no sin antes voltear a ver a Camila, guiñándole un ojo. La procesión a la finca se había detenido y la respuesta de Danilo no se hizo esperar. Casi de inmediato, él se dejó resbalar del caballo, cayendo perfectamente al lado del caballo de su padre, para caminar hacia Magnífico, quien sonriente lo esperaba.
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