Y en los fríos cielos de su vejez, brilló nuevamente… el cálido sol de su olvidada infancia
La mañana aún era joven. Las dos espectaculares carreras habían finalizado: tanto la gran carrera de caballos, misma que ganó con su caballo nuevo, el Apá de Danilo; como la carrera de las cinco vueltas al parque, la cual, ganó Danilo, con sus relucientes zapaticos nuevos.
Por un par de horas más, los niños se quedaron jugando y comiendo helados. Éstos, los compraban con Doña Aurora, en la tiendita de la esquina del parque. Mientras, los adultos disfrutaban del sol, conversando, plácidamente sentados en las bancas del arbolado parque.
Magnífico, al acordarse de la conversación con Apito el día anterior, volteó y le dijo en voz baja a Camila:
«Oiga Camila, ¿y sumercé ha pensado con quién se va a casar?».
Ante la cara de asombro de Camila y sin poder contener la risa, parafraseó una de las frases favoritas de su tío Gelipe:
«¡Pa’ que vaya hirviendo, pues!».
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