La infancia se vive en una sola ocasión, pero se recuerda en tantas otras…
La primera voz que reconoció, dentro de su sueño, fue la característica voz juvenil de Danilo, su mejor amigo durante esos dos largos años en la escuelita. Aún dormido, su cara se iluminó con una enorme sonrisa de alegría al escuchar su inconfundible timbre. Esa voz, voz la escuchó con una claridad y una nitidez impresionante.
«Vea, lo que a Usté no le queda claro, ese que este trompo ya tiene dueño, ¿oyó? Hágale como quiera, pues; Usté no puede ganarle al Jaguar Negro, el corredor más rápido de la escuela y de todo Tolima. Y, ¡ese so yo! Es más, cómo le parece que en esta carrera, yo soy la liebre y sumercé la tortuga».
El reto fue seguido por las alegres carcajadas contagiosas de Danilo, a las que se unieron los demás chinos invitados a su cumple. Danilo siempre se mostraba de buenas y esa era de sus características que tanto admiraba en su mejor amigo.