En el poco ratico que había dormido, vivió tantas vidas… algunas fueron ajenas y otras suyas
Al cabo de un ensueño profundo, mismo que nació a la sombra del hermoso árbol del parque central, quién lucía tan mágico como particular, pues en su musgo se encontraban los tejidos de la imaginación de los hombres, el viajero despertó de su quimera, en la que se había sumido sin darse cuenta.
Percibió que al cerrar los ojos un tanto y buscar lentamente de reojo, alcanzaba a ver ahí presentes en el parque, conviviendo a su lado, a los moradores de aquellas singulares fantasías provenientes de otros tiempos: algunos lejanos y otros más recientes.
Entendió que, en las profundas raíces de ese árbol, se localizaban los receptáculos donde se guardaban por siempre los anhelos y tantos deseos de quienes los habían vivido en sus sueños, durante alguna noche ya transcurrida anteriormente.