Y cada ocasión en que lo veía, sentía el revoloteo de mariposas por dentro de su interior
A su Apito, para nada, le incomodaba observar desde abajo en el claro, los zapaticos de su hijo moviéndose de rama en rama, allá a lo lejos, perdiéndose en las alturas del pino.
Su Amita, por otro lado, no dejaba de voltear cada ratico. Nerviosamente dirigía la mirada hacia arriba
Ella se mantenía buscando a su hijo, con el revoloteo de mariposas agitadas en su estómago, sobre todo, al advertir a su niño ascender tan alto que ya no lo alcanzaba a ver desde su puesto.